La luz es el objeto del fotógrafo. La
oscuridad no nos permite contemplar ninguna imagen. El retratista goza al
atrapar cualquier rayo de luz a través del objetivo de su cámara. Una imagen,
casi siempre, irrepetible. Un haz de luz por insignificante que sea, salva una
fotografía. Obtiene una imagen que surge de la nada. Un blanco que quiebra el
negro absoluto. Pocos son aquellos que renuncian a la magia de trabajar en
blanco y negro. No obstante la gestión de la luz en color, obtiene imágenes más
próximas. En no pocas ocasiones la
osadía del fotógrafo, no elude el robo de imágenes emborrachando de luz su cámara
oscura, enfrentándose al foco más poderoso, el sol. Todo contra luz es un
desafío. La incidencia de la luz sobre la oscuridad, provoca que la naturaleza preñada del Arco
Iris, alumbre un tapiz de innumerables sensaciones. El mundo es una explosión
de colores. Sin luz, sólo existe la nada. La noche y lo negro están ausentes de
nuestra mirada. El pintor, antes de manchar su lienzo, se encuentra una
superficie en blanco. El fotógrafo, un
cuarto oscuro. La luz provoca la vida de aquello que deseamos capturar para
nuestra percepción. Y cuando la luz es atrapada, trae consigo todos los
atributos del objeto imaginado. Sus luces, sombras, colores, semblanzas,
gestos, miradas. En una palabras, la vida. La incidencia de la luz nos hace
contemplar aquello que cada cual percibe. La realidad carece de existencia.
INCIDENCIAS DE LA LUZ
Fotos: Pedro Taracena Gil